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Río Acome: el último grito de esperanza

El Río Acome era hasta la década de los 80 un lugar en donde la población chinandegana bajaba a distraerse, las señoras a lavar ropa y los niños a bañarse mientras las acompañaban. Las copas de los árboles brindaban una sombra que permitían a los visitantes pasar un buen rato disfrutando del frescor que ofertaba un río limpio, que fluía libremente con un agua cristalina. Crecían en el río algunas especies de peces pequeñas, así como los populares «guarasapos», nombre con el que algunos chinandeganos definen a los renacuajos.

El paisaje de hoy dista mucho de aquel río tan limpio y que tan buen lugar ocupa en la memoria de los chinandeganos que disfrutaron del mismo por tanto tiempo. El caudal disminuido por causa de los despales indiscriminados en toda su trayectoria. Su cuenca hoy casi a pleno sol, poco a poco ha ido secando el vital líquido, y hoy corre a partes iguales aguas negras y un pequeño caudal de lo que fue originalmente el río.

Pero no solo el despale es causa de tristeza en el panorama actual. Las toneladas de basura que la gente sin consciencia tira hacia la cuenca del río e incluso contaminantes, han terminado por deteriorar un ecosistema que gradualmente se va rindiendo al impacto tan severo que la ciudad ha tenido sobre él.

Han habido muchas campañas para limpiar el Río Acome. No puede negarse la buena voluntad de pobladores, estudiantes, organismos no gubernamentales, etc, que han querido poner fin al deterioro de la cuenca del río. Pero el entusiasmo de unos pocos no ha podido con la falta de cultura, la falta de consciencia ambiental o simplemente la indiferencia de la gran mayoría.

Si a todos estos factores le sumamos un actuar indiferente de las autoridades, tenemos que llegar a la conclusión de que el Río Acome está en riesgo de perderse para siempre. La vigilancia sobre la cuenca del río, la aplicación de las leyes a aquellos que contaminan con basura o que vierten químicos en el caudal debe ser tajante. Queda ya muy poco margen para la recuperación del caudal del Río Acome.

Se necesita entonces un plan integral. Uno en el que las autoridades se comprometan a aplicar las leyes existentes, que ayude a detener el avance de la deforestación, que evite que se siga contaminando el río con basura y que a aquellos infractores comprobados les caiga todo el peso de la ley. Un plan que también contemple la reforestación de toda la cuenca del Río Acome. Que desde su nacimiento trate de regenerar la flora nativa de la región y un plan de concientización para que los habitantes aldeños comprendan el riesgo de la deforestación de esta fuente.

En resumen, el Río Acome tiene un poco de esperanza, mínima. Pero el margen que queda para salvarlo es muy reducido.

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